Cuando uno lo deja todo atrás


La entrevista fue llevada a cabo y ha sido escrita por María Juncosa. 

Abdou tiene 21 años y es de Malí. Llegó a España desde Marruecos en patera el 28 de noviembre de 2018. Pero su viaje empezó mucho antes, un viaje muy largo y lleno de peligros. Abdou nos cuenta su periplo, y es increíble tenerlo delante bromeando sobre sus aventuras y desventuras.

Con 14 años, mientras estudiaba el bachillerato económico en Bamako, Abdou ya empezó a ahorrar para venir a Europa, ahorraba una parte de su beca de estudiante para preparar su viaje. En el colegio estudiaban la historia de Francia y cómo su sociedad está fundamentada en los conceptos de igualdad, fraternidad y libertad. En televisión también veía las ciudades europeas ricas y libres, y así se imaginaba Europa, como una tierra de libertad y posibilidades. No como Mali, que es cada vez más inseguro, con atentados cada vez más frecuentes, y con el Estado Islámico ganando poder, imponiendo sus normas y restringiendo las libertades de los ciudadanos. La mujer ha sido despojada de prácticamente todos sus derechos, no puede escoger ni con quién casarse, es el padre quien lo decide cuando son prácticamente niñas. Eso hizo el padre de Abdou con sus dos hermanas pequeñas, las casó contra su voluntad sin dejar que Abdou pudiera hacer nada para ayudarlas. Abdou vio cómo sufrieron sus hermanas y también vio cómo su madre murió con 42 años por paludismo por falta de recursos. Expresar su rechazo contra esta cultura y enfrentarse a su padre trajo grandes problemas a Abdou, le puso en peligro y le impulsó a huir. Decidió que si conseguía venir a Europa podría contribuir a mejorar la situación de las mujeres de su país, adquiriendo la formación y las herramientas necesarias para crear asociaciones que ayuden a las mujeres de Mali a recibir una mejor educación.

La primera vez que intentó llegar a Europa, cogió un avión de Bamako a Argel, pero ahí le detuvo la policía y lo deportó a la frontera. No se dio por vencido, decidió volver a intentarlo.

La segunda vez decidió venir por tierra, sin saber el peligro que corría al ponerse de nuevo en camino. Primero, cogió un autobús de Bamako a Sevaré, en Malí, desde donde se pueden contactar mafias que cruzan el desierto en coche. Es fácil encontrar a los conductores porque te esperan a la llegada del autobús, ellos mismos se ofrecen. Para saber qué conductor escoger, Abdou se lo tomó con calma y decidió sentarse a observar, quería asegurarse de quién era quién, había escuchado historias de mafias que matan a los pasajeros y los dejan tirados en medio del desierto. El coche que finalmente le llevó era un Toyota Land Cruisier, un modelo muy popular entre los tuaregs. En el coche viajaban muchas personas, algunos sentados a los pies de los otros y todos cubiertos con pañuelos y turbantes para protegerse del sol. Tardaron una semana en cruzar el desierto hasta llegar a Tamanrasset en el sur de Argelia.  Viajaban de noche y por las mañanas, debían parar a menudo para esquivar los numerosos controles policiales y si no era posible, sobornarlos.

En Tamanrasset, Abdou se quedó un mes. Cuando llegó a la ciudad encontró sitio en un foyer, le fue fácil porque también esperan a los migrantes a la llegada, ahí donde les dejan los coches que cruzan el desierto. Un foyer es un hospedaje que por un precio fijo de unos cien euros encuentra trabajo a los migrantes y les da alojamiento el tiempo que tarden. Los foyers están llenos de africanos migrantes que hacen el mismo viaje que Abdou. Trabajó un mes en la construcción en condiciones extremadamente precarias, cobrando una miseria hasta que juntó el dinero suficiente para seguir su viaje. La vida en Tamanrasset fue muy dura para Abdou, no conocía a nadie y desconfiaba de todo el mundo, presentía que todos querían sacar el máximo del migrante.

De Tamarasset viajó en coche a Ghardaia y a Maghnia y después el resto del viaje hasta Oujda, en el sudeste Marruecos, lo hizo a pie. En Oujda, las mafias conducen a los migrantes al centro de la ciudad para pasar todas las barreras militares y de nuevo en un coche llegó hasta un pequeño pueblo que se encuentra antes de llegar a Nador. Este último tramo lo hizo en un coche pequeño, con las ventanas de cristales tintados cerradas. Había muchas personas en el coche, amontonados unos encima de otros y viajando durante muchas horas sin poder moverse, con un calor sofocante. Iban muy asustados y algunos pasajeros empezaron a llorar y gritar, pedían salir del coche por miedo a ahogarse de calor. El conductor siguió su camino sin decir nada ni inmutarse, conduciendo a gran velocidad y sin parar hasta llegar a destino. Abdou no dijo nada porque tenía miedo de que la mafia le dejara tirado en medio del bosque, también había oído historias así.

Las mafias no entran en coche a Nador para no despertar sospechas de la policía, dejan a los migrantes en un pueblo cercano para que entren a pie a la ciudad. Nador, en la costa mediterránea de Marruecos es un puerto desde donde salen muchas de las pateras y fue la última etapa del viaje por tierra de Abdou antes de embarcarse.

Abdou estuvo siete meses en Nador durante los cuales se embarcó unas veinte veces hasta que consiguió cruzar el mar. Vivía en el bosque con otros migrantes que como él esperaban para hacer la travesía. Los meses en Nador fueron terribles, los migrantes vivían en constante movimiento de un lado para el otro en el bosque sin descansar ni poder relajarse por miedo a ser localizados por la policía que no les daba tregua y hasta les robaba la ropa. Durante su estancia en Nador, Abdou se dio cuenta de la cantidad de gente que se dirige a Europa, no se lo esperaba.

Las mafias encargadas del viaje ofrecen dos tipos de acuerdo. Con garantía, se deposita el dinero en un banco y mediante un código se libera una vez se ha realizado la travesía, sin importar cuántas veces se haya intentado. El otro tipo de acuerdo, más barato, solo permite embarcarse una vez. Abdou pagó por tener garantía. Cada pocos días los encargados de la mafia contratada venían con una furgoneta al bosque donde esperan los migrantes y anunciaban que se embarcaban, unos setenta migrantes subían a la furgoneta que los llevaba a la playa donde cargaban el gomón hasta el mar. Pero siempre pasaba algo, les decían que había mala mar, o que se había estropeado el motor para la embarcación o llegaba la policía. Abdou está seguro de que muchas veces solo hacían ver que iban a embarcarse para que los migrantes no protestaran de estar tanto tiempo a la espera, pero en realidad estaban esperando a que hubieran más migrantes y ganar más con el trayecto. Abdou fue interceptado por la policía varias veces, que lo detuvo, lo llevó a la comisaría y lo deportó a alguna ciudad fronteriza de Marruecos, desde donde tuvo que hacer el viaje de vuelta hasta Nador para volver a empezar. Volvía pidiendo dinero para pagarse un pasaje de autobús. También se puede recurrir a la mafia, que como solo recibe el dinero si se realiza la travesía, a veces hasta envía un transporte a buscar a los migrantes deportados.

Por fin una noche se lanzaron al mar y fue la definitiva. Los encargados de la mafia explicaron a uno de los migrantes cómo encender el motor, señalaron con el dedo por dónde quedaba España y los empujaron al mar. Hacia las once de la noche setenta personas salieron de Nador sin tener ni idea de navegación ni de hacía dónde debían ir, y sin manera de comunicarse si algo salía mal. Trece horas más tarde estaban perdidos y a la deriva, achicando agua que entraba en el gomón.  Muchos lloraban y otros intentaban encontrar cobertura en medio del mar, la situación era aterradora. Finalmente divisaron un helicóptero de salvamento que se quedó sobrevolando la zona hasta que llegó el barco de rescate. Abdou nunca ha pasado tanto miedo. Estaban completamente perdidos, el barco que les rescató tardó cuatro horas en llegar a tierra.

Atracaron en Málaga, donde después de ser atendidos por la Cruz Roja, fueron trasladados por la policía a Algeciras e internados en un CETI (Centro de Estancia Temporal para Inmigrantes o una cárcel que no es cárcel como lo llama Abdou). En estos centros se les hace un chequeo médico y esperan a ser trasladados a otros puntos de la península, la espera puede durar hasta seis meses, aunque Abdou estuvo tres días. A la salida del CETI fueron a su encuentro varias ONG avisándoles de que no son policía, tranquilizándoles y ofreciéndoles teléfonos para llamar a sus familias. Cuando Abdou salió del CETI, encontró a miembros de la ONG ACCEM, que le llevaron a Sigüenza donde estuvo quince días aprendiendo español y alojado en uno de sus centros. Durante ese tiempo ACCEM contactó con los otros centros de España para saber dónde había sitio para albergar a los recién llegados. Abdou fue destinado a Barcelona. Los tres primeros meses estuvo alojado en un piso compartido de ACCEM, pero solo pueden estar tres meses. Otros migrantes se quedaban unas semanas o un par de meses y seguían su camino a otras ciudades de Europa, pero Abdou decidió quedarse en Barcelona. Estaba aprendiendo español y ACCEM ya le estaba ayudando con sus papeles.

Tras su estancia en los CETI los inmigrantes son distribuidos por la península y son aceptados durante tres meses en Programas de Atención Humanitaria a Inmigrantes (PAHI), que consisten en proporcionarles alojamiento, manutención, apoyo psicológico y orientación jurídica durante tres meses. Se trata de un gesto humanitario para apoyarlos después del largo viaje que ha supuesto llegar a España.

Cuando acabaron estos tres meses, Abdou no tenía donde ir. Ya estaba en contacto con otras ONG, además de ACCEM, con Cruz Roja, y con Barcelona Actúa, pero el sistema estaba colapsado y parecía que le iba a tocar dormir a la calle, como les acaba pasando a muchos migrantes. Él tuvo suerte, y después de advertir que no le quedaba otra salida que no fuera dormir en la calle, una voluntaria de Barcelona Actúa, Maria, le ofreció quedarse en su casa un mes. Después, junto con otros voluntarios, le pagaron una habitación en un piso compartido con una persona mayor hasta que se desbloqueó la situación y Abdou entró en el programa de Migraestudio, mediante el que familias acogen a un migrante en su casa durante tres meses.

Abdou ya ha estado en dos familias, este verano se muda a casa de la tercera. Y está a la espera de que haya sitio en uno de los pisos compartidos que tiene Cruz Roja para migrantes, eso le dará más estabilidad y autonomía.

Ahora va a clases de español y está estudiando programación. Está vinculado a varios programas de Barcelona Actúa, asiste a cursos que ofrecen y tiene asignada una tutora, Adèle, con quien se reúne una vez por semana. Adèle le hace seguimiento y ayuda con lo que necesite, trámites burocráticos, o cualquier consulta o duda que tenga. También está vinculado con Migraestudio que le proporciona  alojamiento en casa de familias. Con ACCEM y su amiga la hermana Remedios voluntaria en Sigüenza, y con la Cruz Roja.

Abdou solicitó asilo nada más llegar a España. Durante este tiempo se le ha otorgado una tarjeta roja, que le sirve de documento de identidad durante este proceso, dura seis meses y debe ser renovada. Con esta tarjeta no puede acceder a ningún trabajo. Estos primeros seis meses para Abdou están a punto de acabar, pronto le renovarán su tarjeta roja por otros seis meses y podrá trabajar.

Abdou tiene claro que quiere quedarse en Barcelona, aquí tiene una red de confianza,  gente importante para él, contactos que le ayudan y no quiere tener que volver a empezar de cero en una nueva ciudad. Se ha adaptado a la vida en Barcelona. Le gusta la ciudad y la gente, y habla el idioma más que bien para los ocho meses que lleva aquí. Cuando le preguntamos cómo le gustaría estar dentro de diez años nos dice que normal, con un trabajo normal como todo el mundo. Y ante la pregunta de si volvería a venir para aquí ahora que sabe cómo son las cosas, nos contesta tajante que no, es un viaje muy peligroso, dice que preferiría morirse antes que volver a hacer este viaje. No quiere que nadie de su familia o sus amigos pase por lo que ha pasado.

Sabe que no puede recomendar a los jóvenes que están soñando con venir a Europa no venir, porque pensarán que es un egoísta y quiere quedarse él con todas las cosas buenas que hay aquí. Pero sí se aventura a decirles que no se crean todo lo que sale en la televisión. Que aquí no es el paraíso, las ciudades­­­ que ven en la tele son una construcción, no es la realidad y la gente aquí también tiene problemas, hay paro, hay pobreza y hay gente que duerme en la calle. A nosotros, los que vivimos en España, también nos lanza un mensaje: “Si tenéis casas, estoy aquí”. Se necesitan familias dispuestas a acoger a migrantes, muchos corren el riesgo de dormir en la calle como casi le ocurre a Abdou.

También está buscando a algún programador que tenga disponibilidad para hacerle de tutor, que pueda darle ejercicios cada semana para seguir aprendiendo y le explique más sobre la profesión. El curso que viene seguirá estudiando programación en Factoría F5 y español.

Gracias Abdou por compartir tu historia con nosotros!

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